El momento crucial del embarazo

Primera entrega del coleccionable Qué debemos comer en cada etapa de nuestra vida.

Existe una estrecha conexión entre la alimentación equilibrada de la madre, el correcto desarrollo del embarazo y, por tanto, la salud del feto. Esto que ya sabían nuestras madres y abuelas, ha sido ratificado por la ciencia de la Nutrición, cuantificando los requerimientos nutricionales de la mujer gestante, detectando las carencias que puedan existir en su alimentación y, en consecuencia, corrigiendo éstas con una dieta adecuada.

Salud del niño

Una alimentación racional durante el embarazo es una gran ayuda a la hora de prevenir partos prematuros o problemas del desarrollo del recién nacido como: la disminución del peso o de la talla, o la menor resistencia frente a las infecciones.
Mayor importancia tiene el cuidado de la alimentación para las mujeres multíparas, es decir, las que han tenido más de un embarazo y, sobre todo, cuando ha habido un corto período de tiempo entre ellos. En estos casos, las posibles reservas de la madre se han ido agotando y su organismo puede resentirse con anemias o descalcificaciones.

Aun así, una mujer embarazada con carencias nutricionales, no siempre tiene porqué tener un hijo desnutrido.
Obviamente, las recomendaciones dietéticas son generales, ya que dependerán del estado nutricional de cada mujer gestante. En cualquier caso, los objetivos que se intentarán cubrir son:

  • Cubrir las necesidades nutritivas propias de la mujer.
  • Satisfacer las exigencias nutritivas del crecimiento del feto.
  • Preparar al organismo materno para afrontar más favorablemente el parto.
  • Promover la futura lactancia.

Necesidades nutricionales en el embarazo

Calorías

Durante el embarazo se precisa energía adicional para solventar las necesidades metabólicas de la gestación.
La mujer tiene que sintetizar muchos tejidos nuevos (como las glándulas mamarias), al mismo tiempo que engrosa el tejido uterino, aumenta el tejido adiposo, se desarrolla el feto y la placenta.

Las necesidades de energía varían en función del peso de la mujer antes del embarazo y del tipo de actividad física que realiza. En cualquier caso, con un aumento de 300 Kcal. diarias se consiguen cubrir las necesidades energéticas de la mujer embarazada. Sin embargo, esta energía no debe de proporcionarse de cualquier forma, sino adaptándola a las necesidades específicas de capa etapa de la gestación y utilizando aquellos alimentos que contengan los nutrientes adecuados. Salvo que las reservas maternas estuvieran agotadas al principio del embarazo, es conveniente que las 300 kcal. diarias se añadan solo en el segundo y tercer trimestre.

Es bueno recordar que el crecimiento fetal solo es adecuado cuando la madre tiene reservas suficientes en sus depósitos corporales. Por esta razón, son totalmente desaconsejables las restricciones calóricas a las que se someten algunas madres “por propia voluntad”, sin atender a los consejos de los especialistas y con el único objetivo de preservar su figura. Igual de errónea es la creencia popular de que, durante el embarazo, la mujer debe “comer por dos”. De hecho, sigue habiendo casos de aumento de peso gestacional de 20 a 25 kg., muy por encima de los 10 o 12 Kg. recomendados.

Por otro lado, es muy importante repartir las comidas a lo largo del día y no comer solo cuando se tiene hambre. El desorden en los horarios puede dar lugar a situaciones de hipoglucemia o de aumento excesivo de peso por estar continuamente “picando”.

Hidratos de carbono, proteínas y grasas

De todos estos nutrientes, el aporte que precisa mayor control es el proteico. Esto es debido a que las proteínas favorecen la síntesis de los nuevos tejidos maternos y fetales. La ración dietética recomendada sería de 60 gr. al día, lo que supone aumentar entre 10 y 15 gr. con respecto a las necesidades de las mujeres no embarazadas.
Para lograr el aporte proteico necesario se recomienda el consumo de leche, queso, carne, hígado, pescado y huevos. La leche entera puede sustituirse por la desnatada o semidesnatada, en el caso de que existan problemas de sobrepeso. Sin embargo, no es preciso incrementar las raciones diarias de hidratos de carbono y grasas en relación a las de las mujeres no embarazadas. En el caso de náuseas y vómitos intensos, se debería reducir la ingesta de grasas para, una vez que estos síntomas remitan, ir reintroduciéndolas en la dieta de forma progresiva.

Vitaminas

Las necesidades vitamínicas aumentan durante el embarazo por lo que es frecuente que se recomienden suplementos vitamínicos para evitar deficiencias nutricionales diversas. Aun así, se debe tener en cuenta que las vitaminas liposolubles (A, E, D y K) se acumulan en el organismo en caso de sobredosis, por lo que en las mujeres embarazadas existe riesgo de toxicidad para el feto. Por esta razón, es preferible que el aporte vitamínico sea proporcionado por los alimentos, donde el riesgo de toxicidad es casi imposible. Aunque en general se necesita un aumento de todas las vitaminas durante el embarazo, habría que hacer especial mención a:

  • La tiamina o vitamina B1. La dosis no debe ser inferior a 1.5 mg/día. Se encuentra en cereales completos (harinas y granos), leguminosas y carnes en general.
  • La niacina o vitamina B3. Se debe aportar en una cantidad de 17 mg/día. Se encuentra principalmente
    en vísceras, carnes, pescados, leguminosas y cereales completos.
  • La riboflavina o vitamina B2. La dosis mínima debe ser de 1,6 mg/día. La encontramos en el hígado de animales, huevos de gallina y la leche.
  • El ácido fólico o vitamina B9. Su déficit es la carencia más común en el embarazo, y puede dar lugar a la anemia megaloblástica caracterizada por un aumento del tamaño de los glóbulos rojos a la vez que disminuye su número. Los alimentos ricos en ácido fólico son el hígado, las espinacas, la lechuga y en menor proporción carnes y pescados. La dosis recomendada es de 400 mcg/día, frente a los 180 mcg/día recomendados para mujeres no gestantes. Es frecuente que durante el primer trimestre de embarazo se prescriban en forma de comprimidos por su eficacia en la prevención de anomalías en el feto.
  • La vitamina C. No debe de tomarse en grandes dosis, pues su consumo de forma masiva puede dar lugar a casos de escorbuto, debido a que la madre se acostumbra a dosis exageradas y tras el parto su organismo demandará más vitamina C de la necesaria.
  • Las vitaminas liposolubles no deben incrementarse significativamente durante el embarazo, salvo en el caso de la vitamina D, que debe de duplicarse, pues tiene efectos muy positivos en el equilibrio del calcio; atraviesa la placenta y aparece en la sangre fetal en la misma concentración que en la sangre materna. Su disminución se ha relacionado con la hipocalcemia neonatal. Las principales fuentes de esta vitamina son los aceites de hígado de pescado, la leche entera y sus grasas: nata y mantequilla.

Minerales

El feto está en continuo crecimiento y formando sus huesos para lo cual requiere calcio. Las necesidades de calcio van aumentando a medida que avanza el embarazo, pero es conveniente ingerirlo desde el primer momento ya que se va almacenando para su posterior utilización. Cuando el calcio no es proporcionado de forma suficiente, se pone en circulación el calcio de los huesos de la propia madre con las consiguientes complicaciones.
El aporte insuficiente de hierro es otro de los principales problemas de la mujer embarazada. El hierro es preciso para que el feto pueda aprovechar el oxígeno, ya que forma parte de la hemoglobina. La cantidad de hierro necesaria durante el embarazo se duplica y viene a ser de 30 mg/día. Los alimentos que contienen más hierro son la carne y el pescado. Es conveniente desterrar el mito de las espinacas como alimento beneficioso por su alta cantidad de hierro, ya que el tipo de hierro que contienen se absorbe muy mal.

Para aumentar la absorción del hierro es conveniente asociarlo con vitamina C, por esta razón es altamente recomendable acompañar una pieza de carne con un zumo de naranja. En cualquier caso, es difícil alcanzar los niveles recomendados de hierro a través de la dieta, para lo que es frecuente recurrir a suplementos dietéticos o medicamentos.

Una dieta completa

  • La mitad del aporte proteico debe resultar de proteínas de alto valor biológico: carnes y pescados. Con estos alimentos también se asegura una ingesta adecuada de hierro de alta absorción.
  • La principal fuente de hidratos de carbono serán el arroz, las legumbres, las patatas, las frutas y algún cereal enriquecido. No abusar de los azúcares que podrían llevar al sobrepeso.
  • Las verduras frescas, congeladas o enlatadas junto con las frutas, serán las principales fuentes de vitaminas y minerales. El consumo moderado de estos productos suele llevar asociado una disminución del “ansia de picotear entre horas”.Siempre será más recomendable una fruta a la bollería industrial.
  • Los lácteos por su alto contenido en calcio son imprescindibles.Los huevos y pescados grasos son una fuente excelente de vitamina D.
  • El aceite de oliva será la principal grasa de cocinado. Además de ser una buena fuente de vitamina E, contiene ácidos grasos esenciales muy importantes para el desarrollo del tejido nervioso y de la retina del feto.
  • El aporte de agua no debe de ser inferior al litro y medio, restringiendo el consumo de bebidas estimulantes o refrescos azucarados.

Normas higiénico – dietéticas

  • Vigilar el aumento de peso. Debe de ser progresivo y al final del embarazo oscilar entre 9 y 12 kilos.
  • Hacer ejercicio de forma moderada en consonancia con el estado físico y el momento del embarazo.
  • Evitar el consumo de alcohol, tabaco, estimulantes y cualquier tipo de droga, ya que pueden ser causa de abortos, malformaciones fetales o partos prematuros.
  • La dieta debe de ser variada, una dieta sana no tiene por qué ser repetitiva.
  • Las cocciones deben ser sencillas, con pocas especias y con un aporte de sal normal, preferentemente sal yodada.
  • Repartir la ingesta calórica en 5 o 6 comidas moderadas.
  • Comer poco a poco y masticar bien.

Pedro J. Toranzos, Licenciado en Farmacia, Diplomado en Dietética y Nutrición, Master en Dietética

Este artículo fue publicado originariamente en el nº 305 de la revista Hacer Familia.

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