Una dieta equilibrada incluye el consumo de frutas y verduras. En ocasiones, la ingesta de frutas se limita a la toma de las más sanas o las más diuréticas, pero esto no significa que no podamos comer otras o que haya que eliminarlas de nuestra alimentación.
Las frutas constituyen uno de los grupos de alimentos fundamentales en el modelo de dieta mediterránea. Ya he comentado en otras ocasiones que, desgraciadamente, los niños y jóvenes cada vez están más alejados de su consumo habitual. Precisamente, la llegada de los calores veraniegos puede ser un buen momento para “retomar” o adquirir el hábito de su consumo habitual. Las frutas de verano son enormemente atractivas a la vista y proporcionan una sensación de frescor muy de agradecer en esta época.
El valor nutricional de las frutas viene dado por su consumo en crudo, ya que al no precisar de tratamiento térmico, no se producen las pérdidas de vitaminas que lleva consigo el proceso del cocinado. No obstante, las frutas también pueden someterse a diversos procedimientos tecnológicos pero, aunque puedan tener más atractivo para el consumidor, desde el punto de vista nutricional pierden parte de su valor. Así, tenemos las mermeladas, compotas, zumos, néctares, almíbares, frutas desecadas, etc.
La fruta como grupo nutricional
Como grupo nutricional tienen bastante similitud con verduras y hortalizas. La principal diferencia es su riqueza en hidratos de carbono, al mismo tiempo que son muy pobres en grasa y proteína, como en las verduras y hortalizas. El alto contenido en hidratos de carbono hace que tengan un valor calórico más elevado que las verduras pero no implica que no sean recomendables para dietas de adelgazamiento. En cuanto al tipo de hidratos de carbono, la fruta madura contiene principalmente azúcares simples como la fructosa y la sacarosa. El contenido de estos dos azúcares es aproximadamente un 50% cada uno, no obstante hay frutas en las que predomina la fructosa como es el caso de las manzanas y las peras, mientras que los albaricoques y los melocotones contienen más la sacarosa.
Otra de sus principales características nutricionales es que poseen una apreciable cantidad de fibra. Bien es sabida su importancia para la regulación del tránsito gastrointestinal junto con su efecto saciante imprescindible en cualquier dieta hipocalórica. Para que seamos conscientes de esta riqueza en fibra, basta comparar la manzana con piel que tiene un 59% de fibra con el salvado que posee un 75% o el cereal integral que tiene un 70%. Es evidente que la palatabilidad de un alimento y otro es totalmente distinta. No podemos olvidar que las frutas son una importante fuente de vitaminas, concretamente de beta-carotenos y la vitamina C.
Por último, un pequeño consejo para conseguir que las frutas no falten en la dieta diaria de niños y jóvenes. El truco está en presentarla pelada y en trocitos; niños y mayores no se suelen resistir.